Nadie me ha hecho más daño que tú. Tú, saliendo por la puerta de nuestra casa para no volver a entrar nunca más. Tú, dejándome sola, helada, envuelta en una manta con tu olor. Tú, ignorando las miles de lágrimas que intentaban borrar tu nombre de todos mis poemas. Tú, poniéndome dinamita en el corazón y haciéndolo saltar todo por los aires. Tú, besando a otra mujer con la boca aún llena de mí. Tú, convirtiéndome en una persona desconfiada, fría. Ahora camino de puntillas porque no me atrevo a pisar fuerte, me tambaleo. Tú, que sigues sin preguntarte si te he echado de menos o si ya he reparado el corazón que me devolviste hecho pedazos. Nadie me ha hecho más daño que tú. Y, aun así, cuando me abandona la inspiración pienso en ti, y en la tonelada de besos que mis labios siguen guardando para los tuyos, en la forma tan opuesta que tuviste de llegar y de irte, en que eras la luz de mi salida de emergencia y que todavía no he conseguido
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