Fui poesía.
Me
llamaste verso,
porque
por ti me hacía poesía.
Qué bien lo
sabías.
Mi piel
se tornaba terciopelo,
mis
pupilas se agigantaban,
mis
mejillas escupían fuego,
mientras
mis piernas
frente a
ti se separaban.
No sabía
que mi piel tuviera tantos poros,
lo supe
cuando empezaron todos juntos,
uno a
uno, todos ellos, a erizarse.
Y es que
las yemas de tus dedos eran arte,
dibujaban
en mi lienzo paisajes brillantes,
de
purpurina barnizaban mi cuerpo,
contigo
nada me parecía bastante.
Tan
intenso que de haberte quedado más,
me
hubieras vencido.
Pero te
fuiste con los brazos en cruz.
Así tachaste
los poemas que escribimos juntos.
Ahora soy
como una novela negra,
y la poesía me ha abandonado,
ya no
estoy lo suficientemente
radiante para ella.
Comentarios
Publicar un comentario