Muerto
Muerto.
Me has atacado.
Y yo estaba de espaldas y
con el corazón abierto.
Aprovechando mi calma,
te has abalanzado sobre mí
y has quemado la venda que
me tapaba los ojos.
Qué real es el dolor
ahora.
Cómo escuece ver tu sal
vertida por completo
sobre mis heridas,
yo que me perdía en tu
mar,
y eso me mantenía viva.
Cómo me abofetean las
verdades,
ahora que me había
acomodado junto a tus mentiras.
¿Cómo puedo echarte de
menos
si has desaparecido?
Porque tú ya no estás.
Ni conmigo, ni en ningún
otro lado.
Quizás suene demoledor,
pero en mi mente, te he
asesinado:
estás muerto.
Tan muerto, como el nosotros
que formábamos caminando
de la mano.
Ya no hay sitio dentro de
mí para tu recuerdo.
Ocupan demasiado espacio
unas letras podridas,
enormes, malolientes,
que forman la palabra:
odio.
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